Las reglas estaban predeterminadas con
anticipación, no se modificaron para la ocasión ni con dedicatoria alguna;
fueron consideradas aceptables por todos y fueron aceptadas por todos. La
autoridad saliente de la institución se mantuvo imparcial y nadie la consideró
fiel de la balanza. Privó una equidad suficiente en los recursos empleados en
la campaña. La información necesaria para la contienda era accesible a todos
los competidores (número exacto de los votantes, padrón detallado de ellos, etc.).
Hubo mecanismos claros de reclamación ante situaciones consideradas por alguien
como irregulares, ilegales o inválidas; de hecho, se utilizaron. Las
respectivas resoluciones de las instancias competentes ante los recursos de
reclamación interpuestos por las partes fueron acatadas.
Los votantes pudieron conocer a fondo las
propuestas, planteamientos y trayectorias de los candidatos; el que quiso pudo
incluso dialogar directamente con todos ellos o cuestionarlos. Así que el voto
fue informado y razonado.
Cualquiera podía integrarse al equipo de
promoción de su candidato, o simplemente manifestarse simpatizante de uno u
otro. O podía, si así prefería, no manifestar su decisión. Muchos se decidieron
en el último minuto. O cambiaron de parecer. En el último minuto.
Todo mundo votó en libertad. La casilla y las
mamparas a la vista. En la votación se garantizó la secrecía y nadie objetó ni
el escrutinio ni el cómputo.
Se presentaron los aspirantes frente a los
electores en persona y previamente por alguien más. Fueron observados,
escuchados, analizados. Ellos y sus equipos; ellos y sus seguidores. Se pudo
observar su personalidad, su capacidad oratoria, su talante, su poder de
improvisación.
Siguiendo un modelo parlamentario, se
persiguieron mayorías, se generaron alianzas, se promovió el diálogo, el
consenso y la negociación. Se empeñó la palabra. Se valoró. Se cumplió. Se
pagaron costos y se tuvo que ceder. Se buscó ganar lo fundamental, perdiendo lo
accesorio. Se practicó la democracia.
Signo propio del proceso fue la incertidumbre en
el resultado. Se especuló, se vaticinó, se hicieron cálculos basados en
sondeos, pero se tuvieron que contar todos los votos para saber el ganador y
cúantos obtuvo cada contendiente.
Desde luego no todo fue perfecto. La aplicación
de la norma descubre lagunas formadas por la realidad actual, imposibles de
detectarse en otros tiempos. El legislador institucional deberá contemplarlas
en la siguiente ocasión en que se reforme el marco jurídico.
Se denunciaron intentos de presión, coerción e
intimidación inaceptables. Tengo testimonios de electores que refieren
circunstancias de tiempo, modo y lugar de dichos intentos. Y señalan nombres.
Se advirtió el riesgo de perder empleo, comisión o cargo, o el de no
conseguirse el anhelado, en caso de no votar por tal aspirante. Pero
afortunadamente el propio diseño institucional y las características de la
contienda minimizaron el impacto del esfuerzo. Y el equipo señalado como
presunto responsable evidentemente no tuvo éxito. Como se dice, dichas
prácticas "no fueron determinantes en el resultado". Más bien se
ganaron un repudio generalizado.
Pero el balance general es francamente positivo.
Se alcanzó nuevamente el objetivo de un relevo en la dirigencia de un partido
político sin sobresaltos, sin rupturas, sin estridencias. Y en un país donde se
generalizan los calificativos despectivos hacia la política, los políticos y
los partidos políticos, se demuestra que hay excepciones. Este partido ya nos
ha acostumbrado a dar ejemplo de institucionalidad, de legalidad y en suma, nos
demuestra que la democracia, con todo y sus imperfecciones, es alcanzable y
posible.
La elección del Senador Gustavo Madero en el
Consejo Nacional del PAN como Presidente de su Comité Ejecutivo fue un acto
auténticamente democrático. Es un orgullo haber estado ahí. Es un orgullo
pertenecer a esta institución. Al Partido Acción Nacional.
Juan Carlos Espina von Roehrich
Diputado local electo
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