miércoles, 31 de octubre de 2012

Orgulloso



Las reglas estaban predeterminadas con anticipación, no se modificaron para la ocasión ni con dedicatoria alguna; fueron consideradas aceptables por todos y fueron aceptadas por todos. La autoridad saliente de la institución se mantuvo imparcial y nadie la consideró fiel de la balanza. Privó una equidad suficiente en los recursos empleados en la campaña. La información necesaria para la contienda era accesible a todos los competidores (número exacto de los votantes, padrón detallado de ellos, etc.). Hubo mecanismos claros de reclamación ante situaciones consideradas por alguien como irregulares, ilegales o inválidas; de hecho, se utilizaron. Las respectivas resoluciones de las instancias competentes ante los recursos de reclamación interpuestos por las partes fueron acatadas.

Los votantes pudieron conocer a fondo las propuestas, planteamientos y trayectorias de los candidatos; el que quiso pudo incluso dialogar directamente con todos ellos o cuestionarlos. Así que el voto fue informado y razonado.

Cualquiera podía integrarse al equipo de promoción de su candidato, o simplemente manifestarse simpatizante de uno u otro. O podía, si así prefería, no manifestar su decisión. Muchos se decidieron en el último minuto. O cambiaron de parecer. En el último minuto.

Todo mundo votó en libertad. La casilla y las mamparas a la vista. En la votación se garantizó la secrecía y nadie objetó ni el escrutinio ni el cómputo.

Se presentaron los aspirantes frente a los electores en persona y previamente por alguien más. Fueron observados, escuchados, analizados. Ellos y sus equipos; ellos y sus seguidores. Se pudo observar su personalidad, su capacidad oratoria, su talante, su poder de improvisación.

Siguiendo un modelo parlamentario, se persiguieron mayorías, se generaron alianzas, se promovió el diálogo, el consenso y la negociación. Se empeñó la palabra. Se valoró. Se cumplió. Se pagaron costos y se tuvo que ceder. Se buscó ganar lo fundamental, perdiendo lo accesorio. Se practicó la democracia.

Signo propio del proceso fue la incertidumbre en el resultado. Se especuló, se vaticinó, se hicieron cálculos basados en sondeos, pero se tuvieron que contar todos los votos para saber el ganador y cúantos obtuvo cada contendiente.

Desde luego no todo fue perfecto. La aplicación de la norma descubre lagunas formadas por la realidad actual, imposibles de detectarse en otros tiempos. El legislador institucional deberá contemplarlas en la siguiente ocasión en que se reforme el marco jurídico.

Se denunciaron intentos de presión, coerción e intimidación inaceptables. Tengo testimonios de electores que refieren circunstancias de tiempo, modo y lugar de dichos intentos. Y señalan nombres. Se advirtió el riesgo de perder empleo, comisión o cargo, o el de no conseguirse el anhelado, en caso de no votar por tal aspirante. Pero afortunadamente el propio diseño institucional y las características de la contienda minimizaron el impacto del esfuerzo. Y el equipo señalado como presunto responsable evidentemente no tuvo éxito. Como se dice, dichas prácticas "no fueron determinantes en el resultado". Más bien se ganaron un repudio generalizado.

Pero el balance general es francamente positivo. Se alcanzó nuevamente el objetivo de un relevo en la dirigencia de un partido político sin sobresaltos, sin rupturas, sin estridencias. Y en un país donde se generalizan los calificativos despectivos hacia la política, los políticos y los partidos políticos, se demuestra que hay excepciones. Este partido ya nos ha acostumbrado a dar ejemplo de institucionalidad, de legalidad y en suma, nos demuestra que la democracia, con todo y sus imperfecciones, es alcanzable y posible.

La elección del Senador Gustavo Madero en el Consejo Nacional del PAN como Presidente de su Comité Ejecutivo fue un acto auténticamente democrático. Es un orgullo haber estado ahí. Es un orgullo pertenecer a esta institución. Al Partido Acción Nacional.

Juan Carlos Espina von Roehrich
Diputado local electo

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