Señalamos
la importancia de tener este documento antes de entrar a la discusión y
competencia por el candidato, pues incluso el mismo proyecto orienta en la
decisión del mejor liderazgo para volverlo exitoso, posible, factible. Es
decir, ya teniendo claro el para qué, buscaremos al más indicado para
enarbolarlo en campaña de manera eficiente y al más capacitado para, ya en el
gobierno, volverlo realidad, bienes públicos concretos.
Primero
el proyecto, luego el candidato. Primero la bandera, luego el abanderado.
Platicamos
también de la necesidad de que todos los interesados en participar en la
competencia se pronuncien. Considerando que en el PAN no se requiere
antigüedad, ni pedigrí, ni siquiera militancia para ser candidato, y habiendo
unos recién afiliados y otros sin interés en hacerlo, hablamos de la necesidad
de conocerlos más a fondo y de que en los temas más caros para los humanistas,
para los panistas, se pronunciaran. Derechos humanos, derecho a la vida,
libertad religiosa, libertad de educación, libertad sindical, respeto al
matrimonio, a la familia y al municipio, democracia, estado de derecho,
federalismo, división de poderes, igualdad jurídica, transparencia, rendición
de cuentas, honestidad como requisito indispensable en la función pública,
economía social de mercado, etc., etc. Para poder decidir, con el proyecto a la
vista y con los elementos suficientes de juicio. Para luego no sorprendernos.
Para que no nos sorprendan.
Habiendo
comentado todo lo anterior, es importante entrar a otro tema a discutir pronto
en el partido. Las alianzas. Sí, no, por qué. Yo sostengo que las alianzas no
son buenas ni malas per se. Hay alianzas buenas y hay malas. Eticas e
inmorales. Las hay fructíferas y estériles, caras o provechosas, construidas
con idea y visión y otras a las prisas o con presiones. Hay alianzas que
incitan a buscar nuevas y mejores. Hay alianzas que decepcionan y crean
arrepentimiento.
Las
alianzas, hay que tomarlo en cuenta, son por naturaleza efímeras, temporales y
-verdad de Perogrullo- con otro distinto, diferente. Las alianzas permanentes
ya no son alianzas, son mezclas, uniones, fusiones -de dos o más entes con
naturaleza distinta surge un nuevo ser, con esencia propia-. Y son con otros
diferentes. Las alianzas con los iguales no son alianzas, son agrupamientos,
adhesiones, afiliaciones. Así que todo intento de construir una alianza parte
del hecho de que el otro es diferente, tiene otros propósitos y objetivos y
tiene otra visión de la realidad. Hay que estar conscientes de ello. Y hay que
exigir respeto a la forma de ser propia, a los propósitos y objetivos nuestros
y a nuestra forma de ver las cosas. Ese respeto mutuo es indispensable.
Y como en
el caso de las candidaturas, es el propio proyecto el que nos indicará si para
poder hacerlo opción ganadora se requiere la conjunción con otra fuerza
política. Si para poderlo convertir en acciones de gobierno se necesita una
contribución formal y específica de otros quienes se sumarán a él.
Es más,
el propio proyecto nos indicará los mínimos y los máximos a definirse previo a
las negociaciones que se deben celebrar para buscar e intentar, primero, y
concretar y firmar, después, una alianza electoral.
Una
alianza sin proyecto desdibuja y confunde a los electores. Una alianza sin
proyecto será frustrante. No podrá siquiera evaluarse de manera objetiva, pues
no habrá parámetro, punto de comparación. En el futuro no se podrá saber si
triunfó o fracasó. Una alianza sin proyecto corre el riesgo de convertirse en
una mescolanza donde todos son iguales porque nadie es diferente.
Una
alianza con proyecto previo es deseable para construir y alcanzar bienes
públicos, para hacer política de la buena, para hacer Bien común.
Una
alianza sin proyecto no le debe interesar a nadie. No es buena para el PAN, no
le sirve a Puebla ni a los poblanos.
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